Horror en el interior
El espacio interior no se descubre como un razonamiento, sino como una experiencia, que tiene incluso su lado terrible, que se puede aducir como testimonio de la clase de realidad que le corresponde.
La conciencia de sí se puede describir como la de que yo estoy aquí y ahora ( y conviene ver estas líneas mientras las escribo o mientras la leo, para percibir mejor el yo y el aguí y ahora a los que me refiero), pero también puede ser la de que tengo que estar aquí y ahora e incluso la de que estoy encerrada en este aquí y ahora y no puedo escapar aunque quisiera, porque eso es estar encerrada en mí o dentro de mí.
La experiencia se detalla con la extrema soledad en la que puedo verme dentro de mí, donde nadie tiene acceso ni nadie puede entrar a ayudarme o acompañarme en mi interior o constantemente. Puedo oir voces amigas, pero no pueden estar siempre junto a mí.
Las experiencias interiores, como la deprivación sensorial o el aturdimiento cognitivo pero angustioso las tengo que pasar a solas. La condición humana es fundamentalmente solitaria, aunque la compañía funciona en planos más superficiales.
La soledad interior puede ser tan ceméntea, que plantee la necesidad apremiante de que en ese espacio de dentro se abra una fisura que permita alguna intromisión, la transcendencia en que esta presencia podría materializarse.
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