Filosofía dentro - Kim Pérez

La Lógica estructura toda la Materia, la atrae hacia sus formas puras como su Ley, está por encima de la voluntad humana, que tiene que doblegarse ante ella, es eterna, no es material, es invisible, pero existe con la evidencia del mismo pensamiento racional que la cuestione, en el único argumento ontológico irrefutable; por tanto, la Lógica es Dios, Sentido de toda realidad.

miércoles, 11 de abril de 2007

Heterodoxias




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Desde que somos humanos existe una potente tradición de intuición de la maravilla de la realidad (a la que se puede llamar verdad) y del bien y del mal relacionados con ella.

Esta maravilla, este bien y mal se sienten personalmente, más que se razonan, y se han transmitido como expresión lírica de unos seres a otros.

Sin embargo, pronto fueron amenazados por las ortodoxias, que son fosilizaciones de estas experiencias, codificadas y rutinizadas al servicio de las ansias de poder.

La ortodoxia se convierte entonces en un bloque cerrado de experiencias e ideas, que no se desarrolla personal e intemporalmente, como la intuición, sino dentro de estructuras históricas de intereses colectivos.

Cualquier ortodoxia se vuelve asfixiante y acaba por negar el valor de esas intuiciones personales, aferrándose a una tradición que se vuelve impersonal y mecánica. La liturgia sustituye a la experiencia. La discrepancia se prohibe o se asesina.

Una ortodoxia tiene que chocar necesariamente con otra por cuanto representan bloques de poder enfrentados, vivos, pero no humanos.
Sin embargo, la creación de ortodoxias, por su relación con el poder establecido, constituye casi la totalidad de la historia de las culturas.

Hay sin embargo un hilo muy delgado pero que se ha ido afianzando a través de veintisiete siglos, que es la tradición crítica, que comenzó históricamente cuando Hesíodo analizó el mito ortodoxo de las Musas y lo liberó diciendo que le dijeron: “Nosotras sabemos decir mentiras que parecen verdades y verdades que parecen mentiras”.

Quiero exponer muy sumariamente a partir de ese punto unos hechos básicos con el fin de que no se desperdigue la atención de lo fundamental.

El siguiente hito está en los filósofos, que descubren el ejercicio sistemático de la racionalidad (la Crítica precede a la Filosofía), los presocráticos, Sócrates y sus inmediatos discípulos, Platón y luego Aristóteles; luego, la fuerza del primer impulso empieza a agotarse, con los epígonos, Séneca, Plotino o Agustín.

La Filosofía llega casi a extinguirse, pero la recuperan algunos árabes, en particular Avicena y Averroes, pasa de nuevo a los europeos de la Edad Media, pero cae al servicio de la ortodoxia católica, hasta que se emancipa con los racionalistas y los racionalistas críticos y se extiende en el nuevo régimen, tendiendo hoy a universalizarse.

La Critica sigue dos tradiciones, la Filosofía y la Mística, una racional, otra intuitiva, poderosas y continuas, puesto que responden a la misma naturaleza más fundamental del ser humano.

La fuerza de ambas está en el sujeto humano, que descubre aturdido la realidad y necesita enseguida ordenar sus pensamientos. La intuición es personal, pero la racionalización ocurre en un inmenso coro en el que cada cual es una de las mil voces que dialogan entre sí.

Mística y Filosofía, como voces corales, tienden también a volverse ortodoxas y por tanto autoritarias y asfixiantes y por tanto, la Crítica de la Mística y la Crítica de la Filosofía se vuelven necesidades constantes.

Si la historia de la Filosofía es un hilo delgado, localizable y vulnerable, la historia de la Mística nace en todas partes, puesto que corresponde a la capacidad humana de intuición, siempre operante, pero se desarrolla máximamente en la India, primero en la experiencia libre del yoga y luego en las ortodoxias y los cánones vedista y budista.

Cuando la ortodoxia islámica se impuso por las armas, los sufíes encontraron la manera de seguir, disimuladamente, la experiencia mística y sus correlatos de libertad interior y profunda tolerancia.

La Monarquía Católica fue otra ortodoxia que se impuso por las armas en medio mundo, justo durante los dos siglos en que la espiritualidad mística, siempre heterodoxa, se extendió por nuestra Península, pero acabó por ahogarla.

Hoy la Mística se vincula predominantemente a la tradición yóguica, aunque es muy minoritaria y socialmente poco visible y significativa.

El criticismo renació después de que se hundiera la Monarquía Católica, extinguidora de la Mística cristiana. También acabó hundiéndose el Califato Otomano, amparador de la Mística sufí, por lo que la Filosofía ha quedado como única expresión visible de la Mística (y creyéndose incompatible con ella; lo son en cuanto a sus principios operativos, razón e intuición; pero no en cuanto a su capacidad de conocimiento autónomo)

La Filosofía crítica se impuso políticamente en Francia, en el siglo XVIII y enseguida, pero muy trabajosamente, empezó a sacar la cabeza en España y las naciones de su Monarquía (desde la Constitución de 1812), en el proceso entre liberales-tradicionalistas o izquierdas-derechas que se extiende hasta hoy.

El criticismo corre el riesgo de quedarse en la negatividad y entonces llega al nihilismo, pero la potencia de la actitud crítica se manifiesta en los movimientos ácratas y contraculturales que afirman al ser humano como sujeto autónomo de experiencia y de racionalidad y se convierten por tanto en permanente conciencia crítica frente a cualquier ortodoxia.

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