La moral de Kabul
Ayer oí en la televisión la moral de un afgano, de Kabul:
“Por la noche, me pregunto qué he hecho por mí, por mi familia y por mi sociedad”.
Perfecto. Realista y sobrio, universal. Empieza por un examen de conciencia que afirma el sujeto como punto de partida. En torno a él, se abren tres círculos concéntricos, lo mío, lo familiar y lo social. La única fuerza que puede llevar de uno al otro es el amor.
No hay alusión a Dios. Se puede ser moral sin contar con Dios. Sin embargo, “hacer por”, se entiende como “hacer bien por”, y la idea del bien, más allá del amor, requiere la razón para definirlo y distinguirlo del mal.
También está implícita la libertad de elección. Si me pregunto por lo que he hecho, es porque podría no haberlo hecho.
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