El Absoluto

Los límites de la razón proceden de su misma naturaleza. Formada por conceptos, éstos son abs-tracciones, que “sacan de” las diversas realidades lo que tienen en común, una parte por tanto de ellas, que no puede llegar, porque son únicas y no comunes, a vaciarlas del todo, lo que hace que lo único sea suprarracional.

Pero lo único es asequible a la conciencia, no por la razón, sino mediante la intuición, el amor y la música. Razón e intuición son los dos instrumentos de que dispone la conciencia para ver la realidad. Una ve lo común, otra lo único. Cada realidad es única y, a la vez, tiene partes en común con otras. Pero nuestra conciencia es dual, aunque sus instrumentos sean complementarios. Hay cierta distancia entre las dos visiones y esto es un defecto. ¿Cómo se puede llegar a una visión unificada?

La fe en Dios es el deseo del Absoluto, al que se llega por la intuición (“todos queremos más”) o experiencia del deseo inagotable y por la tazón, que abstrae de los distintos seres las nociones de “más y menos” y por tanto se plantea la existencia de un Máximo, Absoluto frente a lo relativo. Parece que la razón y la intuición se unen entonces en el Absoluto, que es el único ser racionalmente necesario, deducido y a la vez deseado. De todo otro ser, por deseado que sea por el amor, no se puede deducir su existencia singular de la de los demás seres, que no le están ordenados como se relaciona o razona el Absoluto de la experiencia del más y el menos.

Hay dos maneras de ordenar la vida humana: o conformándose con las relatividades que nos limitan o buscando el Absoluto a través de los impulsos más distintos: la justicia, el amor, el sexo, las drogas, la belleza, la velocidad, la violencia, la entrega, el sacrificio, la codicia, el sol, la natación, el surfing, la trompeta, los grandes espacios, el mar, las flores…