¿Lo de dentro y lo de fuera?

Llamar yo al espacio interior parece una convención lingüística.

Diríase que también podría llamarse "lo de dentro" por contraposición a "lo de fuera" o, haciendo un ajuste más fino, lo "visto desde dentro" frente a "lo visto desde fuera".

La ventaja de esta manera de hablar sería que no limita este espacio interior a mis dimensiones personales y deja verlo como experiencia abierta cuyos límites o no-límites se desconocen.

Seguiría diferenciándose el espacio interior del exterior en la manera de verlo y en sus propiedades. Mientras que el interior lo veo directamente como contenedor de las operaciones mentales, el exterior aparece como el contenido; las propiedades de uno y otro me pasman cuando, entre este contenido, aparecen seres que parecen contar con un espacio interior al que, sin embargo, éste no tiene acceso; serían espacios interiores, se deduce, monádicos, incomunicables, si su apariencia respondiera a su ser.

Hay dificultades, sin embargo, para traducir la palabra "yo" a la expresión "espacio interior". No se puede traducir plenamente "yo soy yo" a "el espacio interior es el espacio interior", que suena redundantemente. Es decir "A es A".

La razón es que cuando digo "yo" la primera vez aludo a una palabra aprendida, usada casi inconscientemente, mientras que la segunda vez es una intuición, la de mi existencia, que no puedo explicar plenamente sino ver, puesto que es una intuición. La expresión lingüística oculta un "A es B" que se justifica porque alude a dos dimensiones de la misma realidad, la semiinconsciente y la consciente.

Es verdad también que decir "yo soy yo" no va seguido necesariamente de decir "yo no soy no-yo", que es el fundamento de la teoría sujeto-objeto.

Decir "yo soy yo" es sólo afirmar "mi" existencia. La cuestión de mis límites es otra.