Philosophia Mystica

La noción del Nombre es lógicamente necesaria aunque indemostrable empíricamente por definición (no se puede someter a la ciencia lo que es mayor que la ciencia y accesible a la intuición)

Pero está amenazada por la también necesaria crítica de las llamadas Sagradas Escrituras, que constituyeron una verdadera idolatría.

Esta idolatría amenaza en nuestras conciencias a la misma noción del Nombre, por lo que debemos volver a los fundamentos de su formación.

Antes de la tradición judía, en la misma tradición judía, se prestaba toda la atención a las formas alteradas de la consciencia, empezando por los mismos sueños personales y oyendo a los profetas y los adivinos pronunciadores de oráculos.

Así, en la unidad social de un pueblo y de su tradición, se formó la noción del Nombre, posteriormente codificada en ritos y escrituras, aunque todo esto fue combatido por la masa supérstite de los profetas libres, los magos y los brujos,en una espiritualidad formada por intuición más razonamiento más práctica.

En las culturas urbanas superiores, se infiltró este cúmulo caótico de experiencias primitivas, rurales, generando por ejemplo el ascetismo de los esenios, la vuelta al desierto, las religiones mistéricas y la mística neoplatónica del Uno.

Constituida así la "philosophia mystica" alcanzó sus formas más elaboradas y perfectas en la tradición sufí, seguida por la judía y la cristiana, aunque también sobrevivió en la alquimia, la magia y la brujería, definiéndose en éstas dos caminos, el de la mano izquierda y el de la mano derecha.

Es de la mayor importancia práctica ordenar ahora racionalmente todos estos conceptos, especialmente cuando la cultura crítica y la religiosa vuelven a enfrentarse a muerte.