Filosofía dentro - Kim Pérez

La Lógica estructura toda la Materia, la atrae hacia sus formas puras como su Ley, está por encima de la voluntad humana, que tiene que doblegarse ante ella, es eterna, no es material, es invisible, pero existe con la evidencia del mismo pensamiento racional que la cuestione, en el único argumento ontológico irrefutable; por tanto, la Lógica es Dios, Sentido de toda realidad.

lunes, 28 de abril de 2008

Teoría del Paraíso




La razón presente en la materia hace que sus formas tiendan a una racionalidad exacta aunque no lleguen a ella.

El hexágono es la forma tendencial de las celdillas de las abejas porque creo -no soy matemática- que es la figura que puede formar redes en las que con menor perímetro se consigue una superficie máxima; o con otras palabras, la que supone un gasto menor en cera y trabajo. En la práctica, las abejas trazan hexagonoides, no hexágonos, siempre irregulares, siempre inexactos, pero se puede afirmar que, en la medida en que las figuras materiales que forman se acerquen a un hexágono matemático, mejor se cumplirá la razón que las define.

De la misma manera, la racionalidad humana pretende que las relaciones materiales entre las que vive se ajusten a la razón exacta, aunque no lleguen a ella.

Se puede decir que la forma racional exacta atrae a las formas materiales concretas. La forma racional exacta a la que se refieren tendencialmente, se puede llamar Utopía, que es lo que no existe, ni puede existir, pero atrae a lo que existe. Otro de los nombres que la tradición ha dado a la Utopía es Paraíso.

Puede concebirse la Utopía o Paraíso en todas las dimensiones racionales o pulsionales de la existencia humana, atrayéndolas hacia sí. En la justicia, es la aspiración a una justicia exacta, que sería perfecta por ser exacta. En el arte, a la belleza perfecta. En la persecución de la verdad, a la adecuación exacta entre mente y realidad, a la vez que al conocimiento de todo lo cognoscible. En las relaciones de amor, al amor perfecto y eterno. En las relaciones con la materia circundante, el poder de humanizarla perfectamente.

Las vidas humanas experimentan de hecho esta tensión continuamente. La siente el profesor que pone una nota procurando que sea justa, y el alumno que protesta porque le parece injusta. La siente también el trompetista que sabe lo que quiere conseguir, y tiene que lamentar las imperfecciones de su son. La sabe el ignorante -o sea, todos-, consciente de su ignorancia. O el amante que sufre por su amor. O el enfermo que padece una enfermedad de la que no se sabe la cura.

Pero una vida racional humana que ignorase la dimensión utópica o paradisíaca no sería una vida verdaderamente racional humana. Tampoco sería racional quien creyese que la Utopía o el Paraíso están al alcance de la mano, pero esto sí es un error humano frecuente. Entre la tensión hacia la Utopía o el Paraíso racional, y la constatación de la distancia entre la realidad material y su forma perfectamente racional, transcurren las vidas racionalmente humanas.

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