Filosofía dentro - Kim Pérez

La Lógica estructura toda la Materia, la atrae hacia sus formas puras como su Ley, está por encima de la voluntad humana, que tiene que doblegarse ante ella, es eterna, no es material, es invisible, pero existe con la evidencia del mismo pensamiento racional que la cuestione, en el único argumento ontológico irrefutable; por tanto, la Lógica es Dios, Sentido de toda realidad.

domingo, 27 de mayo de 2007

El sujeto de los flujos económicos capitalistas




Lo que se llama liberalismo desde el interior o capitalismo desde el exterior, procede objetivamente de los flujos de metales arrancados de las Indias y de su administración empresarial, mercantil o industrial.

El materialismo dialéctico observó el movimiento casi inconsciente y sobrehumano de estos flujos y sus inmensas consecuencias en la política de los Estados, en las formas de vida y mentalidades, en las filosofías y las religiones dominantes, en el desarrollo técnico y científico, etcétera.

En este esquema materialista dialéctico (o materialista histórico), la fuerza del objeto económico es tal, que permite subordinarle durante siglos la consciencia, que se entiende como configurada por flujos económicos que se mueven en gran medida inconsciente e involuntariamente.

Pero la debilidad de la consciencia no excluye la actividad del sujeto, aun casi inconsciente, pues sujeto y sujeto consciente representan dos grados distintos de la misma realidad.

La propuesta de un cuadro sujeto-objeto anterior al estudio de los flujos económicos como objeto, permite distinguir las fuerzas subjetivas que generan esos flujos, que se sitúan primariamente en un continuo de actividad-inactividad (los españoles fuimos muy activos para crearlos, mientras que los suecos, por ejemplo, fueron inactivos)y secundariamente en una actividad codiciosa, excluyente de cualquier freno.

Entonces, el sistema liberal o capitalista aparece en lo subjetivo como un cuerpo de codicias desenfrenadas aplicadas sobre unas condiciones objetivas, y este planteamiento permite juzgarlo no sólo desde el punto de vista de la eficiencia (como se hace en términos liberales o materialistas históricos) sino desde el moral. De hecho, desde los primeros tiempos de la creación de los nuevos flujos, hubo subjetividades suficientemente conscientes como para comprender y ver esa naturaleza pasional y codiciosa (Las Casas), e incluso para proponer y poner en práctica ciertas alternativas (Jesuitas del Paraguay)

El análisis liberal y el materialista tienen en común en efecto el estudio de los flujos económicos desde criterios principalmente objetivos, lo que les hace verlos como valiosos en sí, en cuanto agentes de una prosperidad equivalente al bienestar, para los liberales, y como generadores de un proceso dialéctico hacia la revolución, para los materialistas. Pero para unos y otros, fundamentalmente buenos.

Un análisis subjetivo-objetivo parte de los sujetos como agentes de los flujos y de la repercusión de éstos, como objeto, sobre los propios sujetos.

A continuación, puede preguntarse: ¿la función del sujeto es irrelevante ante los inmensos flujos que desencadena, que incluso alteran o configuran su consciencia y que difícilmente entiende conceptualmente? ¿O puede pensarse que es siempre relevante, porque la continua interacción o diálogo sujeto-objeto-sujeto puede mantener cierto grado de lucidez capaz de controlar esos flujos, animado por ciertas intuiciones constantes, lo bello, lo bueno, ya que no por razonamientos más condicionables?

La respuesta se encuentra en la empiria histórica.El Estado español intentó desde el primer momento racionalizar el flujo económico, obedeciendo a motivaciones religiosas, pero falló. Quizá no hubiera fallado si la evolución histórica del catolicismo hubiera sido más semejante a la del justicierismo popular musulmán, más igualitario que el jerarquismo católico, propenso a la dominación paternal, pero dominante.

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