Filosofía dentro - Kim Pérez

La Lógica estructura toda la Materia, la atrae hacia sus formas puras como su Ley, está por encima de la voluntad humana, que tiene que doblegarse ante ella, es eterna, no es material, es invisible, pero existe con la evidencia del mismo pensamiento racional que la cuestione, en el único argumento ontológico irrefutable; por tanto, la Lógica es Dios, Sentido de toda realidad.

domingo, 15 de junio de 2008

Filosofía del Uno y el Sentido

Por Kim Pérez

Publicada la primera versión, con el título de “Crítica de la crítica”, en el blog “Politically Incorrect”, el 4 de junio de 2005, y luego, el 7 de agosto de 2006, en un nuevo blog, que se llamó "Filosofía del Amor".


NOTA PERSONAL.

Tenía siete años, cuando para mi Primera Comunión, me permitieron que eligiera una invocación para los recordatorios, y sin dudar elegí una que decía: “Que yo esté en Vos, Señor, y Vos en mí”. Comprendí entonces el deseo de comunión que luego he sabido que está tan presente en la experiencia erótica, en la estética y en la mística.

Luego, con nueve o diez, jugando en el suelo con una tartana con su mulo de lata, me di cuenta de que ansiaba algo que fuera Uno y que valiera por todo, para que no tuvieran que dispersarse mi pensamiento ni mis sentimientos en una multitud de juguetes; quería imaginar el que fuera tan perfecto, que pudiera ser el objeto único de mi atención. Pensaba con ansia a la vez que empezaba a darme cuenta de que eso era imposible.

Ese Uno sin Dos en su propio nivel, síntesis que lo reúna todo en un nivel de análisis inferior, es mi sentido vivo de Dios. Ese ansia de síntesis opera siempre en mi mente; me disperso continuamente en muchos objetos de curiosidad y enseguida deseo eliminarlos, en busca de uno solo que me llene del todo y siempre.

En este artículo intento justificar que lo Uno final existe y que le da sentido a todo lo plural que tenemos más a nuestro alcance.


METODOLOGÍA

Es posible reconocer que ciertas dimensiones del pensamiento entendido como “lo que se piensa”, proceden de la realidad del pensamiento mismo, entendido como “lo que piensa”, que resulta ser una parte de la realidad destinada a la contemplación y entendimiento de la realidad.

Definiré la palabra realidad, en el sentido en que la uso en este texto, antes de seguir: Realidad es tanto lo que nos constituye como sujeto del pensamiento como lo que percibimos como objeto del pensamiento.

Frecuentemente, pensamiento y realidad se han contrapuesto como sujeto y objeto, hasta el punto de examinar las propiedades del pensamiento por un lado y las de la realidad por otro; pero si el pensamiento es una parte de la realidad, algunas de sus propiedades deben remitir a las de la realidad, en general.

No es decir que la realidad sea pensamiento, según la formulación idealista; es decir, más sencillamente, que, si el pensamiento es parte de la realidad, ciertas formas con las que pensamos deben corresponder a las estructuras de la realidad.

Sin embargo, no somos conscientes de todas las inferencias que tendría la posibilidad de que correspondan, tan fuertes como la necesidad del aire que respiramos.

EL SENTIDO

Creo que hay por lo menos dos supuestos o postulados del pensamiento que pueden traducir las propiedades de la realidad:

El primero es que pensamos porque suponemos que pensar tiene sentido; de aquí se infiere que suponemos que la realidad sobre la que pensamos tiene sentido o que no es un conjunto caótico.

El postulado del sentido está vinculado a lo que se puede llamar la economía del pensamiento. El pensamiento es un trabajo que se realiza, lo diré con humor involuntario, con medios escasos; requiere un esfuerzo y para realizarlo se tiene que postular que ese esfuerzo tenga sentido, es decir que conduzca a algo que no se tenía al principio y que se tiene después: un conocimiento. Como hecho de la economía del pensamiento (optimizadora del rendimiento de los medios limitados de que disponemos), ponerse a pensar, realizar el considerable esfuerzo de pensar, postula que este trabajo tenga sentido, porque si no lo tuviere, no valdría la pena realizar ese esfuerzo.

Pero para que el pensamiento tenga sentido, debe postularse también que la realidad lo tenga, aunque sea en otra acepción de la palabra, compatible desde luego con la primera, que se concretaría en que esta realidad, a menudo dolorosa, conduzca a un estado que tenga sentido lógico para el pensamiento, lo que sólo puede ser ir de un menos a un más o de un peor a un mejor.

Pero todavía más fuertemente, si nuestro pensamiento, convertido en acción consciente, trabaja por acomodar la realidad a nuestra voluntad, es porque presuponemos que hay esa posibilidad y por tanto que tiene ese sentido, más allá de sus dificultades, peligros, dolores y contradicciones.

LA UNIDAD

El segundo postulado del pensamiento está en la unidad del objeto del pensamiento, la realidad. Al pensar se presupone que todo lo que observamos está unido, coherente, que no está sujeto tampoco al caos de la dispersión, porque si lo fuera, también nuestro pensamiento se quedaría roto, disperso, sin posibilidades de unificación, incoherente.

Si nuestro pensamiento no fuera unificado, sería incoherente; estaría compuesto por fragmentos dispersos, menores o mayores, pero más o menos inconciliables. No podríamos hablar: nuestras expresiones estarían rotas, serían absurdas. Es decir, en pocas palabras: no existiría el pensamiento ni la expresión.

Pero la unidad del pensamiento corresponde a la unidad de la realidad. Si nuestro pensamiento es coherente, si nos permite avanzar en el conocimiento de la realidad, es por que ésta es coherente, está unida, y el pensamiento que forma parte de de ella, como la función que consiste en su conocimiento, es también coherente y unida.

Si no lo fuera, el pensamiento tendría que dispersarse en mil direcciones y sus hilos quedarían incomunicados e incomunicables para el mismo sujeto que los piensa, que así se vería amenazado por una especie de esquizofrenia, que es precisamente lo que más podemos temer como sujetos del pensamiento, el extravío, la incoherencia, la aparición ante nuestros ojos de un mundo discordante e incomprensible.

Si la realidad fuera una, pero no pudiéramos verla unida, estaríamos obligados a que continuamente aparecieran ante nuestra atención objetos particulares diversos, ninguno de los cuales merecería que le entregásemos por siempre nuestra mirada, por simple cansancio de él o por el temor de que nos estuviésemos perdiendo algo presente en otro objeto.

Pero de hecho, presuponemos por lógica que la realidad es coherente y debe formar una unidad más allá de la pluralidad de las realidades que nos parecen fragmentarias o contradictorias, porque continuamente nos esforzamos en elaborar síntesis parciales o uniones de lo que observamos, y a medida que las elaboramos vamos teniendo la sensación de que vamos entendiendo la multiplicidad de la realidad.

Avanzamos en nuestro pensamiento cuando elaboramos síntesis de síntesis, lo que significa que presuponemos que toda la realidad es una.

Por tanto este método mío consiste en observar lo que el pensamiento nos dice de la realidad sobre la que actúa; no quiero referirme a lo que los pensamientos nos dicen de sus objetos, sino a que el hecho de pensar, que es una parte de la realidad, nos informa sobre el conjunto de la realidad.

LA QUERENCIA DE LA UNIDAD

Este texto deliberadamente breve no es metafísico sino empírico, porque trata de entender aquella experiencia cognoscitiva intensa que me hizo ansiar la unidad, y no otra forma de unidad sino la de lo que siendo Uno valiera por Todo, y permitiera que mi pensamiento se centrara y descansara, y no se viera obligado a dispersarse sin fin como un holandés errante.

Me doy cuenta de que, entre otras muchas formas del pensamiento, como la razón, la intuición, la imaginación, la rememoración, hay que situar esta clase de volición que es la querencia, que tiene algo de biótico, como un a priori kantiano o un equipamiento de fábrica, cuando puede surgir con fuerza en una edad tan temprana.

De acuerdo con el método que estoy siguiendo, la querencia de la unidad es también una propiedad del pensamiento que debe tener que ver con propiedades de la realidad, como todas las pulsiones. Si existe un hambre de la unidad, es que esa unidad existe.

La querencia de la unidad se manifiesta continuamente en la dialéctica del análisis y la síntesis, fundamento de la ciencia e incluso en los impulsos del compañerismo y del deseo, en los que las relaciones humanas se ven transformadas por esa clase de viento.



sábado, 7 de junio de 2008

Sobre el uno



El Uno es una necesidad lógica que se convierte en una necesidad existencial.

La experimenta el científico que, después de un análisis, necesita una síntesis.

O quien siente el hambre del Uno sin Dos en el que pueda descansar su atención, sin dispersarse.

Quizá sea importante precisar cómo se llega al concepto del Uno.

Puesto que nuestra capacidad de abstracción funciona hallando lo común en varias realidades, debe pensarse que no obtenemos del Uno los demás números, sino al revés:
de la pluralidad de las cosas, abstraemos la idea de una cosa.

Creo que la aritmética empezó asi: de la visión de las manos, surgió el concepto de una mano; de la de los dedos, la noción de un dedo. Luego, una vez hallado el uno, se procedió a encontrar nombres para hacer las sumas, uno, dos (manos, dedos), tres, cuatro (extremidades, dedos)..., sobre una base cinco, diez o veinte.

Más adelante, de las cantidades de cosas concretas, se pasa a la numeración en abstracto. Sólo un uno, un dos, un tres. Los números ya una nueva realidad, distinta de la realidad física.

Y mucho más adelante,el descubrimiento filosófico de que los números, y por tanto e uno, organizan objetivamente la realidad, que depende de ellos y por tanto del uno (Pitágoras, Galileo, Newton, Einstein)

Quien cree en Dios, tiene el uno para organizar subjetivamnte su vida. Quien no cree,tiene su vida subjetivamente desorganizada, carente de centro y dispersa.