Filosofía dentro - Kim Pérez

La Lógica estructura toda la Materia, la atrae hacia sus formas puras como su Ley, está por encima de la voluntad humana, que tiene que doblegarse ante ella, es eterna, no es material, es invisible, pero existe con la evidencia del mismo pensamiento racional que la cuestione, en el único argumento ontológico irrefutable; por tanto, la Lógica es Dios, Sentido de toda realidad.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Razón e intuición



En teoría del conocimiento parto de que hay dos modos de conocimiento: la razón y la intuición.

La razón funciona abstrayendo los elementos comunes que hay en los distintos objetos del conocimiento. Cada vez que encuentra un elemento común, forma un concepto; los conceptos se relacionan y esta relación es la razón.

Puesto que la razón toma sólo los elementos comunes entre los diversos objetos, habrá siempre una parte en ellos, justamente la que los hace singulares, que será inaccesible a la razón.

Por eso, la razón analiza y generaliza; el razonamiento es gradual y plenamente comunicable.

La intuición en cambio ve cada objeto en su singularidad y entero, percibiéndolo como único y distinto de los demás objetos. Al comprender que hay un conocimiento intuitivo, se entiende la diferencia entre el conocimiento racional y el estético o el afectivo, que son un modo de conocimiento que no se puede razonar.

La intuición no es generalizadora, sino singularizadora, y no es comunicable. O se percibe intuitivamente o no se percibe.

La percepción del yo es una intuición en la que conozco mi singularidad, mi diferencia de lo que no es yo, y lo mismo se puede decir de la del tú, distinto de todos y de mí.

Hay un objeto del conocimiento que se percibe por intuición: lo sagrado. Hecho transcendente respecto a otros hechos, separado.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Yo contra no-yo



La condición nativa del hombre es ser una conciencia enfrentada a otras fuerzas que pueden aplastarla.

En este nódulo de verdad, se encierra toda la historia. También mis angustias concretas en estas mismas semanas.

Estos pocos elementos cuasi geométricos -yo, no-yo, enfrentamiento- han dado lugar a formulaciones como espíritu/materia, creador/creación, interior/exterior, sujeto/objeto, libertad/opresión. Hemos querido dar fundamento metafísico a estas oposiciones, pasando por alto que son desarrollos de una experiencia original.

Nos hemos enfrentado siempre con esas otras fuerzas, desde antes de tener conciencia, unas veces sólo con las fuerzas de cada cual, otras con la ayuda de otros, y a veces sin las de uno ni las de otros.

Entonces, hay una soledad radical, miedo. Llego al límite. Lo otro me va a aplastar. Aplasta de hecho a muchos. ¿Queda rezar? Pero muchos han rezado y han sido aplastados. Todo esto es experiencia. Este final ante un muro es irrevocable con los datos que tenemos. Todos vamos a morir. ¿Desesperación?

La solución tendría que ser también una experiencia, no una elaboración conceptual de la experiencia básica. ¿En la confrontación yo-otro se puede aumentar la fuerza de la conciencia, a expensas de la de lo otro?

Las técnicas místicas reformulan la experiencia básica en todas sus formulaciones, los conceptos de yo y otro, de espíritu y materia, de libertad y opresión, de nuestra entera cultura, permitiendo que la materia se deshaga en presencia de la conciencia.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Utopía del Centro

¿Es posible que una sociedad moderna ponga su Centro en el Absoluto?

Más incisivamente: ¿es posible que una sociedad moderna tenga Centro?

Respondo: lo tiene aunque no lo sepa. Pero más vale que oiga hablar de ello.

Lo moderno, que es irrevocable, es la libertad de crítica y de expresión, pero una sociedad puede mayoritariamente encontrar el Centro, respetando el derecho de las minorías a no compartir este pensamiento.

Una sociedad que mayoritariamente sepa que tiene Centro debe practicar el recuerdo del Absoluto que los hombres deseamos siempre, lo sepamos o no, y hacia el que nos dirigimos.

El Centro de la sociedad, lo sepa o no, está en los hombres que intentan verlo o sentirlo dentro de sí. Si es el Absoluto, se sabe que es el Vacío, lo Indecible, lo que no habla, lo que está más allá del bien y del mal, y por ello los que lo entrevén no hablan en su nombre.

La mayoría de la sociedad, que no llega tan lejos, practicará el recuerdo del Absoluto y la búsqueda crítica de la ley racional que rige lo que es Relativo frente a lo Absoluto. Para afirmar esas convicciones, tendrá que mantenerse a distancia de la actual ética relativista, hedonista y consumista y de los medios que la difunden. Y permitir la libertad de expresión de que quienes disienten, lo que reforzará por la polémica sus criterios.

No es demasiado utópico pensar que el futuro pueda ser así. La actual ola islámica está acercando a millones de personas a este lenguaje, aunque poniendo en grave peligro la libertad. Tendría que resonar de nuevo la voz de Ibn Arabí y su escuela ajbarí para mantener la esperanza de una fe ardiente en libertad y con respeto para todos. Tengo que mencionar al más generoso de sus seguidores recientes, el Emir Abd el Kader que vivió en el siglo XIX en Argelia, donde yo estuve en el XX.

martes, 9 de septiembre de 2008

Descubrimiento, no invención ni revelación




La verdad de la experiencia religiosa es que en ella el hombre descubre el Absoluto. Lo desvela, no lo inventa (Feuerbach), tampoco se le revela, en un monólogo como iniciativa o acción divina, sino en un diálogo en el que las iniciativas de parte y parte se suceden.

En este descubrimiento, al que como acción humana se le aplican las reglas de la crítica y la razón, la noción del absorbente Uno intuida por los hebreos se afianza como condición de coherencia y se mantiene a través de los siglos y se extiende como una promesa.

El hombre lo descubre y el Uno le ayuda en su mente. Después, saltando a otros parajes, llega la noción de la soberanía de la razón que es imposible contradecir sin razonar, del número y la medida como estructura íntima de la materia (Pitágoras, Platón, Galileo, Newton) y de aquí surge la idea de una ley natural, que es la ley racional y que es también la ley del Absoluto para lo que le es Relativo.

La busca de la verdad, la veracidad, la sinceridad, se imponen como las primeras reglas de vida.

El descubrimiento de la transcendencia de la razón sobre la voluntad humana, o de la soberanía de la ley natural sobre nuestros deseos, fue expresado por los hebreos en la alegoría fundamental del árbol de la ciencia del bien y del mal, el único del que no se puede comer, porque las consecuencias siempre serán catastróficas (Nietzsche, Hitler)

Pero, fosilizada por el revelacionismo, la Ley del Uno se oscureció y hasta se desacreditó, dejando una ciudad sin ley que, por la misma transcendencia de la razón y la voluntad, tendrá que recuperarla, sentido de los gritos del revelacionismo coránico.

Pero la ley del Uno es la racional, y la racionalidad se alcanza en libertad y diálogo entre los hombres y entre cada hombre y Uno que lo supera. El Uno unifica la realidad como el Novelista compone su Novela y le da sentido a un Argumento que sólo él sabe.

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